Entre 2000 y 2020, agricultores bolivianos emplearon 2.220 millones de kilos de agroquímicos con magros resultados, ya que el uso de kilos por hectárea, que ha ido en constante ascenso, no guarda relación con el rendimiento de los cultivos. Las cifras fueron sistematizadas por la organización no gubernamental PrOBioma con base en la información del Instituto Nacional de Estadística (INE). 

“Más de 2.100 millones de kilos de agroquímicos se usaron en 20 años en el país y con escasa regulación y cumplimiento de normas”, dice Antonio Sanjinez, de la Unidad de Agroecología de esta ONG. Estos datos no incluyen lo que ingresa por vía del contrabando.

En 2000 se empleaban, en promedio, 16,1 kilos de agroquímicos por hectárea (kg/ha), cantidad que casi se triplicó en 2020, año en el que se usó 44,8 kg/ha (+178,26%). Sin embargo, el rendimiento por hectárea en ese periodo, calculado en toneladas por hectárea (t/ha), se elevó apenas de 4,9 a 5,7 (+16%). 

En estas dos décadas la importación de agroquímicos —fertilizantes, fungicidas, insecticidas, herbicidas y otros— casi se multiplicó por seis, de 30,4 millones de kilogramos brutos (peso del producto, incluyendo el peso del contenedor o empaque) a 173,9 millones, aunque esta cifra está lejos de reflejar la realidad, señala PrOBioma.

La Asociación de Proveedores de Insumos Agropecuarios de Bolivia (Apia) estimó antes de la pandemia que el contrabando de agroquímicos mueve al año unos 45 millones de dólares, que representa el 15% de la internación legal de esos productos, aunque otros cálculos lo sitúan en 30%.

La desagregación de los datos muestra que la internación legal de fertilizantes aumentó de 22,0 millones de kilogramos brutos en 2000 a 129,2 millones en 2020 (+487%); la de herbicidas subió de 5,5 millones a 29,2 millones en ese mismo periodo (+427%); la de los insecticidas pasó de 2,2 millones a 8,5 millones (+427%), y la de los fungicidas de 701.598 a 6,6 millones (+852%). (Ver cuadro 1)

Otro dato significativo es que en estas dos décadas para la importación de agroquímicos se destinaron 3.015 millones de dólares. (Ver cuadro 2)

Si bien el uso de fertilizantes y plaguicidas químicos se concentra abrumadoramente en el departamento de Santa Cruz (90%), también se emplea en tierras altas, en particular en el cultivo de la quinua, en los valles cochabambinos, donde se producen hortalizas y cereales, y en los viñedos de Tarija, apunta Sanjinez. (Ver cuadro 3)

El Ministerio de Desarrollo Productivo y Economía Plural informó que la mitad de las importaciones es de productos que tienen 11 compuestos activos, epoxiconazole, 2.4 D, atrazina, glifosato, azoxystrobin, paraquat, diflubenzuron, lambda cyhalothrin, abamectin, imidacloprid y emamectin benzoat, de los cuales nueve figuran en la Lista Internacional de Plaguicidas Altamente Peligrosos de la Red de Acción en Plaguicidas (PAN). 

PAN es una organización de la sociedad civil, con presencia en todos los continentes, que llamó a adoptar medidas internacionales efectivas para la eliminación de los plaguicidas peligrosos. 

Según datos oficiales, el grueso del volumen de las importaciones se concentra en los fertilizantes (63%), plaguicidas (35%) y otros (2%). En el caso de los plaguicidas el primer lugar lo ocupan los herbicidas (68%), seguidos por los insecticidas (14%) y los fungicidas (16%).

El 91,4 por ciento de las importaciones de plaguicidas provienen de seis países: China, Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay e India, mientras los principales proveedores de fertilizantes están Perú, Brasil, España, Argentina y Estados Unidos, en ese orden, según datos publicados por el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) en 2019.

A fines de 2020, el Servicio Nacional de Sanidad Agropecuaria e Inocuidad Alimentaria (Senasag) registró 2.120 insumos agrícolas en todo el país, de los cuales 1.863 eran plaguicidas químicos de uso agrícola, de acuerdo con la “Radiografía de los agroquímicos en Bolivia”, publicación de la Fundación Solón.

De esos 1.863 plaguicidas químicos registrados y autorizados por el Senasag, el 43,4% (809 registros) corresponde a la categoría II de la clasificación de los plaguicidas por el peligro que representan recomendada por la Organización Mundial de la Salud (moderadamente peligroso); el 30,9% (575 registros) y el 23,7% (442 registros) se encuentran en las categorías IV (normalmente no ofrece peligro) y III (ligeramente peligroso), respectivamente. El restante 2% (37 registros) lo conforman los pesticidas de categoría Ib (altamente peligrosos). (Ver cuadro 4)

“La mayoría (46,2%) está destinada al cultivo de soya, luego al barbecho (10,9%), al cultivo de arroz (10,6%), maíz (7%), papa (3,4%), caña de azúcar (2,4%) y trigo (2,3%), entre otros”, agrega la fundación con datos del Senasag.

A la luz de la dolorosa experiencia de la pandemia del Covid-19, Sanjinez cree que la producción ecológica ya no es una alternativa, sino una necesidad. Y la prueba de que es posible cultivar sin agroquímicos la tiene la Plataforma Agroecológica del Trópico, Subtrópico y Chaco, que semanalmente ofrece 200 clases de productos cultivados sin agroquímicos en ferias que se realizan semanalmente en la capital cruceña. Estas tienen una buena acogida y son aprovechadas para concienciar a los consumidores.

Arce libera de aranceles a plaguicidas  y fertilizantes químicos

El 27 de mayo de 2021, el fumigado aéreo de un campo de cultivo de sorgo, situado a unos 600 metros de los apiarios, mató a unos 27 millones de abejas en el municipio cruceño de San Julián, según testimonio de los afectados. Este es uno de los últimos desastres ocasionados por el uso indiscriminado de agroquímicos en Bolivia.

Doce apicultores perdieron unas 400 colmenas —para algunos, todo su capital— y dejaron de producir unas 15 toneladas de miel y, lo que es peor, la naturaleza perdió 27 millones de polinizadores en cuestión de horas.

El riesgo de que este desastre ambiental se repita hoy está más presente que nunca por el Decreto Supremo 4702, emitido el 20 de abril por el gobierno de Luis Arce. La norma libera del pago de aranceles a los agroquímicos, dice Antonio Sanjinez de la Unidad de Agroecología de PrOBioma, una organización no gubernamental con sede en Santa Cruz.

Bajo aquel nombre genérico se encuentran, por un lado, plaguicidas, herbicidas, insecticidas, fungicidas y rodenticidas, y los fertilizantes, por el otro.

“El instrumento de los aranceles era importante para reducir un poco el ingreso de estos venenos, aunque el contrabando de estos venenos era igual imparable y muchos de los venenos prohibidos en nuestro país entraban vía contrabando”, lamenta el entrevistado.

Con el arancel cero el temor de esta ONG es que la importación de estos productos se incremente, ya que se abaratará el costo de su internación al país.

Para Pablo Solón, director de la Fundación Solón, “la medida está orientada a favorecer a la agroindustria y no toma en cuenta los daños que vienen causando los plaguicidas importados o que ingresan vía contrabando a Bolivia”.

Fuente: Los Tiempos